TALLER DE LITERATURA del Instituto Cervantes de Moscú

 

 

ACTIVIDADES REALIZADAS EN EL TALLER:

 Lectura de poema 1

 

En ocasiones nos inspiramos en lecturas y, en otras, en juegos. 

La idea del siguiente cuento apareció concretamente al colocarles a los alumnos una venda en los ojos para que se pudieran deleitar con el tacto de un objeto secreto. Elena descubrió rápidamente que se le había dado un saquito lleno de frutos secos de escaramujo... Y así fue cómo surgió esta historia:     

 

 

Aventura nocturna

 

Llegué a casa a las tantas muy cansada. No tenía ganas ni siquiera para ver televisión, de modo que subí a mi habitación, tendí mi flojo cuerpo en el diván y me quedé totalmente inmóvil mirando al techo.

De repente oí un ruido que parecía llegar de la cocina, como si alguien hablara en voz baja. “Como sería posible” pensé para mi, cuando yo había llegado a casa, no había aquí ni un sólo ser vivo. Dicen que cada casa tiene sus duendes, no lo creo desde luego, pero si éstos existieran, no hablarían. Me puse de pie y dirigí mis pasos lentos a la cocina. Al entrar descubrí que la luz estaba encendida y la ventanilla que daba al patio tan oscuro como el cuadro más famoso de Malevich, estaba abierta de par en par. Apenas me acerqué a a la ventanilla, se apagó la luz. Mis ojos no llegaban a distinguir ni un sólo objeto. Cerré los ojos para abrirlos en unos cuantos minutos, pues dicen que al cerrar los ojos y después volver a abrirlos uno empieza ver mejor en la oscuridad. En cuanto entorné los ojos y estiré la mano derecha, para poder apoyarme en algo, este algo tocó la palma de mi mano. En aquel momento no alcancé percatarme de que era este ser desconocido, por eso intenté sorprenderlo, pero en cuanto traté de apretarlo entre mis dedos, me espinó. Entonces cambié de táctica y me puse a palparlo con mucho cuidado, hasta con cierta ternura, de este modo descubrí que era algo pequeño, seco y tibio. Enseguida distinguí unas bolitas de cerca de un centímetro de diámetro, secas, rugosas, ásperas y como si estriadas. Seguí acariciándolas con mis dedos y sentí un ligero pinchazo en el dedo índice. Me pareció que las bolitas como si tuvieran continuación en forma de palitos pequeños, cortos, con terminaciones puntiagudas que pinchaban al tocarlas. Entre tanto yo permanecía con los ojos cerrados, de modo que no me llegaba la camisa al cuerpo y me asustaba tan sólo la idea de abrirlos y poder observar este ser punzante. El frío ya empezaba penetrar de la ventanilla, entonces tomé la decisión de dar un paso adelante para poder cerrar la ventanilla aunque fuera a tientas. Me dirigí a la ventanilla sin más dilación cuando súbitamente me di con algo duro en la frente.

         La oscuridad se hizo aún más oscura, hubo un momento que me dio la impresión de que había perdido el conocimiento y de repente... me desperté. Se me hizo claro todo. Al legar a casa y tumbarme en el diván estaba tan cansada que no me di cuenta cuando me dormí, y di una vuelta hacia la mesita de noche que estaba situada junto al diván. Al final me di con la pared del diván en la frente y me desperté apretando en mi mano derecha una rama de escaramujo que se encontraba en la mesita de noche.        

Elena Lavrova

 

 

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