TALLER de LITERATURA del Instituto Cervantes de Moscú |
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NATALIA PURIKOVA
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Autohispanobiografía Toda la culpa la tiene el español. Estoy locamente enamorada de ese idioma y por eso me puse a escribir en español cuando tan sólo llevaba estudiando dos años. En la lengua materna mis intentos literarios no han sido más que tímidos ensayos. El inglés y el francés tampoco me han inspirado. Soy diseñadora, he trabajado en estudios poligráficos y siempre he considerado las lenguas extranjeras una afición, nada más... Me parece que menospreciaba su influencia. Lo que sí que estimo muchísimo es la atención y la gran ayuda de las profesoras que me han enseñado: Natalia Diómina e Irina Moceaba, a quienes estoy muy agradecida y siempre lo estaré por haberme trasmitido el amor al español, un idioma fantástico, expresivo y la más humana de todas las lenguas extranjeras que jamás he conocido.
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El reloj
El tictac del reloj era el único sonido en silencio que inundaba el salón. A ella los minutos le parecían horas, aún más: siglos, siglos innumerables de vacío y soledad. Desde ese momento sí que se quedaba sola, porque para estar con él había roto las relaciones con todo el mundo: con su familia (por primera vez en su vida se había atrevido a desobedecer a su padre), con sus amigas (ya que a él a él le consideraban un tipo muy raro). Pero a ella le daba igual, su amor era la única justificación y la razón de vivir.
Y ahora... ahora no tenía ya razón ni ganas de vivir... Se le nublaba la vista, no podía oír nada... excepto ese tictac del reloj.
Ese sonido monótono le irritaba, igual que toda esa situación patética y ridícula. Todo el mundo sabía que era un hombre con gustos finos y muy extravagantes. Era todo un dandi cuya belleza era la llave que le abría las puertas de los placeres refinados. No sabía qué le encantaba más: gozar de lo prohibido o escandalizar a la sociedad hipócrita en que vivía. Siendo cínico con un estilo a lo Oscar Wilde, no había podido resistir la tentación de seducir a la hija del alcalde. La seducción era una venganza con efecto doble: no sólo era la hija del hombre más respetable de la ciudad, sino además la de su amante. El señor alcalde adoraba la juventud y los placeres que ésta otorgaba. Pero a él se le había olvidado que los platos delicados nunca son gratis. Casarse con la hija para que su dote restituyera las deudas del amante de su padre: ¡qué idea tan maravillosa!
Y ahora... ahora no tenía ni una sola idea sobre cómo podría evitar la cárcel siendo deudor insolvente, después de que esa idiota hubiera renunciado a sus derechos de la herencia... Y encima esperando que se casara con ella después de todo esto.. ¡Pero lo peor era el tictac del reloj que le estaba matando!
Mi tesoro
- Señor Bruno, ¡nuestras felicidades más cordiales! Vd. es la única persona en nuestra ciudad que ha cumplido cien años. ¿Cuál es el secreto de su longevidad? ¡Su vida es tan larga e interesante!
- ¡Ay, por favor, que dices! Muy larga, es verdad, pero no hubo nada muy interesante... Casi toda mi vida trabajé. Cuando tenía catorce años yo me ganaba la vida cómo mecánico...
Dos horas más tarde te dejaron por fin en paz. ¡Qué fatigante ha sido la entrevista! La tercera este mes. ¿Por qué ahora la gente se interesa por tu vida? ¿Dónde estaban todos esos periodistas cuando te morías de hambre y neumonía? Fue asombroso que consiguieras mejorar y seguir viviendo. Cien años ya. ¿Que ha dicho esa mujer? ¿“interesante”? Saliste de Argentina rumbo a Cádiz, de allí a Nápoles, en busca de aventuras. Y encontraste bastantes: fuiste marinero y pescaste atún; te ganaste la vida bailando tango en los restaurantes; fuiste actor de teatro y vendiste automóviles. Cuando la guerra, te alistaste como voluntario y serviste hasta obtener el rango de capitán, fuiste un soldado despiadado e infatigable, el Duce podría haber estado muy contento de ti. Por esa misma razón unos años más tarde tuviste que escapar de Europa como un perro y volver a Argentina donde nadie te recordaba y tampoco te esperaba: tus padres habían muerto. En cuanto a los amigos, nunca los tuviste. Recomenzaste la vida, trabajando de mecánico. Te casaste, tuviste dos hijos y un taller de reparación de automóviles. Cuando tu mujer murió de cáncer (tu hijo mayor estaba en la cárcel condenado por asesinato y el hijo menor se había ido a Australia), te colocaste a trabajar como chofer de camión, transportando mercancías de Patagonia. Allí el clima es muy duro, lo cual definitivamente arruinó tu salud. El final de tu vida “larga e interesante” es banal: eres pobre, estás abandonado y ¡gracias a Dios! olvidado. Todo seguiría siendo así, si no fuera por ese aniversario... Pero no es eso lo que te molesta más: si pudieras, cambiarías todo lo que te queda de vida por una tarde de verano cuando fumabais juntos en vuestro callejón. ¡Cómo te gustaban aquellos anillos de humo que hacías para ella y que le soplabas en la cara! Reía y estaba tan guapa con aquella cinta como una mariposa que brillara en la sombra… Parecía un tesoro. Y lo era. Un tesoro con el que un miserable como tú no podía obtener ni soñar.
Sólo amarlo.