TALLER de LITERATURA del Instituto Cervantes de Moscú

 

NATALIA LÉVCHENKO

 

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Autobiografía de Natalia Lévchenko

Nací en Moscú. Estudié en la Universidad algo que no tenía nada que ver con la lengua española. Empecé a estudiarla por curiosidad y ahora no me imagino mi vida sin ella. Entró en mi ser y ocupó una parte de mi alma. Tampoco había escrito nada incluso en mi lengua materna. El contacto con el español, la lengua extranjera, me regaló la libertad  de la expresión y de la escritura.  

 

 

POEMAS

NARRACIONES

 

 
Autores Biblioteca Narrativa

 

 POEMAS  

 

Autobio
 
Todo empezó con un hámster
Tan pequeño que cabía en un guante
Y que creía ser un enano
Por una bruja encantado.
 
 Con los cuentos acabados
Ya de grande tuve amigos.
Y una gata de rayas doradas,
Ese mismo año nos enamoramos,
Coincidimos casi en hacernos madres.
Ella, claro, con familia más numerosa.
 
Ahora estoy pasando
La época de los gatos castrados,
Que podría ser más divertida
Aunque tiene sus propias ventajas.
 
En cuanto al futuro…Ya hace tiempo
Que sueño con una iguana esmeralda
Que nos estiremos juntas
Bajo el sol de agosto
Contemplando el correr de la vida
Con los ojos brillantes.
 
Las coplas
Recordar no quiero,
Despertarme, tampoco.
La vida pasa riendo
Y cada día es un regalo.
 
Guardo esos tesoros
Uno mejor que otro.
Brillan en el sol como chinas
Entre la arena cotidiana.
 
Y al final de camino
Ya en la playa marítima
La memoria con su lengua salina
Su resplandor hará insoportable.

 

No me digas

 

No me digas

Que tienes hambre.

Sé perfectamente que mientes.

 

No mires la puerta.

Llueve y hace frío:

El paseo está cancelado

 

Durante toda la noche

Vamos a estar sentados

Junto a la tele apagada.

 

No hay nada

Más tranquilizante

Que tu cuerpo dormido.

 

Como quisiera yo también

pronunciar esos dulces sonidos

Sin abrir la boca.

 

Sin pensar demasiado

En cosas fundamentales

Torturándome en vano.

 

Y, por favor,

No abras los ojos.

En ellos me veo a mí mismo...

 

                   

Los dedos

 

Finos, limpios, blancos, un anillo discreto.
Pálidos, débiles, descarnados, extenuados, desgastados, viejos.
Peludos, gordos, sucios, una sortija hortera.
Bellos, bien cuidados, envidiosos, manicura francesa, seguros.
Mordidos, rascados, sarnosos, asquerosos.
Cortitos, pegajosos, arañados, bronceados, alegres.
Delgados, inteligentes, nerviosos, delicados, tan simpáticos, los míos.
¡Y cuántos vamos en el metro!
¡Y cuántos somos en el mundo!
 
 
Lloran...
 
Lloran llamas amarillas.
Llenan llantos las llanuras.
Lleva lluvia las llagas,
Llagas de llovizna loca.
Llegan los llorones grises,
Llamas lívidas les llaman.
 
 
 

 

 NARRACIONES  

 

El río ajeno

 

   No sé cómo he chocado con este río. Ahora creo que simplemente lo he encontrado por casualidad entre los bosques de la ciudad. A pesar de ser ajeno, es un río muy hermoso y hospitalario, no rechaza a ningún extranjero. De vez en cuando logro escapar hasta sus orillas para respirar en paz su aire refrescante y dulce. Puedo sentarme durante largos ratos contemplando su profundidad.

    El principio de este río se esconde en los glaciares medievales y en sus aguas se distinguen los sabores exóticos del latín, del griego y del árabe, lo cual apaga mágicamente la sed de lo cotidiano. Sus aguas profundas están llenas de seres curiosos: llanas, agudas y esdrújulas que se mezclan y se reúnen en mosaicos brillantes. En ellas, como chispas se encienden las rimas asonantes y consonantes. Entre sus piedras se arrastran los octosílabos y los endecasílabos; debajo de las guijarros anidan las elipsis y las anáforas, y por las cañas trepan los clímax y los anticlímax.

     Tal vez he descubierto un mundo nuevo, magnifico, donde ninguna palabra está gastada. Por eso me atrevo a entrar también en este río y a tocarlas ligeramente. Qué torpe soy. Inmediatamente rompo sus cuerpos frágiles, les quito los artículos y les cambio cruelmente su género. Espero que no se ofendan mucho. Porque lo hago con la ignorancia del intruso...

 

Metamorfosis

      

      Las uñas, eso es lo que me molesta más. Siempre se me enganchan con el terciopelo cuando quiero acostarme. La almohada de seda es mejor, es más lisa, pero en esta época está demasiado fría.

      También hay cosas agradables: la piel, por ejemplo. Es tan blanca, tan suave y tan calurosa que a veces no quiero quitármela.

      Y ese especial olor, al que los seres humanos llamarían hedor, no lo noto en absoluto. Puede ser que sea un problema de higiene y que no tenga que ver con la fisiología.

      Otros de mis sentidos también han cambiado. Sobre todo la visión nocturna. Qué cosas tan raras puedo contemplar ahora. Durante la noche todo muestra sus facetas más inesperadas, más profundas. La más inesperada es la llamada de la sangre. Viene de dentro, de mí misma y me es imposible resistirla. El instinto no deja ningún lugar a la razón, tampoco a la misericordia. Por eso, la noche huele a sangre, a cuerpo pequeño, a recién vivo y tembloroso.

      ¿Acaso se puede comparar con la taza de café de la mañana? Durante la mañana todo cambia: los colores y el olor… Los muebles dejan de ser enormes y el terciopelo ya no es una molestia para mis uñas.

   
El juego
 
     Era un juego moderno. Venía incluido en el software de mi ordenador nuevo. No prometía nada original, tal cual una tontería para los niños adultos. 
Sólo por curiosidad pulsé el botón YES, cerré los ojos y estiré las manos, como decía la instrucción.
     ¡Pum! Algo extraño rozó la piel de mi palma izquierda. Apenas me retuve para no retirar la mano. Tranquilo, es un juego. El objeto era pesado, 
sólido y duro. Pero su superficie tenía una frescura agradable. Mientras seguía deslizándose por mi palma yo podía apreciar su delicadeza y tersura. 
Y es que él también tenía piel, sí, estaba vivo y mis propias manos respondían a su saludo amistoso. Digo “las manos” porque el objeto era tan alargado 
que ya cabía en las dos palmas. Su movimiento lento y cariñoso enseguida me hizo pensar en cosas indiscretas. Si aumentara un poco la temperatura…
     De repente desapareció el toque tierno y el ordenador expulsó un sonido repugnante. Claro, me equivoqué buscando el botón del control de la 
temperatura. El juego quedó interrumpido en medio de la intriga. Todo muy de la vida real, lo que prometían los autores del software.
 
    
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