TALLER de LITERATURA del Instituto Cervantes de Moscú |
|||
LOURDES DONOSO
.
|
Autobiografía
Mi
infancia inquieta y curiosa me
ha ayudado a descubrir caminos fantasiosos.
Juventud
abierta a la necesidad de devorar frases, pensamientos, historias...
Romántica
en todas mis facetas.
Ahora,
al encontrar un bacón abierto a la poesía y a las letras, han despertado
en mí los deseos de plasmar sensaciones ocultas.
|
||
correo-e: | |||
Autores | Biblioteca | Foros |
Cisnes que cantan coros de sirenas
Cisnes que cantan coros de sirenas
en lagunas de escarcha púrpura
Estrellas que sonríen tomadas de la mano y bailan
sus
rondas de arco iris
Árboles
que escupen perlas nacaradas
Hogar
que se levanta sobre el cráter del vacío
Lirios
que ladran peces de cristal
Caminos atados con lazos de azabache
Belleza
que se esparce sobre el filo de una espada
Guerreros que pelean la batalla del olvido
montados
en unicornios fosforescentes
Máquinas
del tiempo que llevan
corazones
a mundos de suspiro
Stroganoff
―
Un kilo de solomillo
¾
―
Tres
pepinillos
¾
―
Nata
fresca
¾
―
Dos
copas de coñac
¾
―
Un
vaso de vino blanco
¾
―
Mantequilla,
sal, pimienta, y unas gotas de limón
(Si
la familia es numerosa, duplicar los ingredientes)
Se
corta la carne en trocitos, el corte debe ser del tamaño ideal para un bocado,
ni muy grande ni muy pequeño, eso dijo mi madre experta en hacer platos
exquisitos. Era costumbre pasar los domingos con mamá. Allí se reunía toda la
familia: 4 hermanos, 2 yernos, 2 nueras, 5 nietos y 3 nietas.
Los
invitados llegaban muy temprano para disfrutar el día, la casa era grande y
estaba fuera de la ciudad.
A
la hora de preparar la comida, mientras los hombres se sentaban en el porche con
un vaso de cerveza y su cigarrillo, las mujeres en la cocina lo pasábamos
fenomenal. A más de cotorrear, enterábamos a mi madre de nuestros pleititos
matrimoniales. Mi madre era imparcial y divertida, tanto que hasta mis cuñadas
se creían tan hijas de ella como nosotras.
Entre
risa y risa hacíamos los cortes a los pepinillos, los cuales se mezclaban con
la carne, el pimentón y un poco de sal. Todo esto se saltea en la mantequilla,
decía la experta. Una vez hecho y
en la misma sartén, se flamea el coñac y el vino, en las proporciones
correctas, recalcó mi madre, ya que el exceso de alcohol puede provocar sabores
y sensaciones extrañas
Eso
es lo que yo digo, ¿verdad, hermanita? Me dirigí sarcásticamente hacia mi
hermana. Mi madre hizo un gesto intrigado ante las sonrisas burlonas del resto y
me miró fijamente. Bueno, madre, le dije, la otra noche salimos juntos a un bar
y, después de unas copitas, noté
miraditas furtivas con mi marido.
Mi
madre imaginó que era solo un malentendido, no le dio importancia al comentario
y dijo: nos queda añadir la nata el limón y el tabasco, luego dejar un ratito
reducir y listo.
Nos
sentamos a la mesa ante la sonrisa orgullosa de mi madre y empezamos a disfrutar
de otra de sus riquísimas recetas. Estábamos en una conversación muy amena,
cuando veo a mi hermana hacer ojitos a mi marido (eso es lo que yo creía). Estábamos
sentados frente a ellos y yo, con la furia de una mujer celosa, digo en voz casi
de grito, esto es el colmo, otra vez,
no me dirán que el vino y el coñac de la carne le provocó a mi hermana
sensaciones extrañas.
Se
atragantó con la carne, gritó
mi cuñado levantándose rápidamente para ayudarle antes de que desfalleciera,
porque estaba tomando un color morado. La tomó por detrás y con las manos
apretó el estomago varias veces hasta que expulsó el pedazo de carne.
Después
del incidente, todo se olvidó y mi madre se quedaría
pensando que aquel trozo de carne no habría sido debidamente cortado.